Estoy un poco despistado. Cuando se rediseñó La Vanguardia, hace unos meses, la campaña de promoción optó por el honradísimo eslogan «La Vanguardia no cambia». Efectivamente, el periódico del Grupo Godó redujo su formato y reemplazó sus tipografías, pero apenas modificó su estructura o su esencia.

Unidad Editorial, sin embargo, lleva semanas anunciando a bombo y platillo una nueva fórmula para su principal publicación. «Pasada la Navidad, nuestros lectores ya van a percibir una transformación muy importante», decía su director [en el blog de Arcadi Espada]. «Seguimos siendo el más moderno de los periódicos españoles», presume en las páginas dedicadas hoy a explicar el rediseño. «Un rediseño tan ambicioso como éste es resultado de meses de debates y reuniones de la cúpula del diario», añade el redactor de la noticia.

«Transformación muy importante», «moderno», «ambicioso». En lo que respecta a las páginas del periódico, ni de coña.

La nueva maqueta lanzada hoy por El Mundo no aporta ni una sola idea nueva al mundo del diseño gráfico periodístico. Pule someramente el diseño anterior, cambia las cabeceras y mima algunos detalles de las páginas que se habían quedado desfasados. Por lo demás, sin novedad. Opinión se distribuye antes y después de la sección de información nacional, un poco volviendo a los orígenes del periódico y a la sección ‘Periscopio’, y sospecho que este cambio es el único que percibirán los lectores.

Evidentemente, las páginas de el periódico han ido evolucionando a lo largo de los últimos meses. Fotos más espectaculares, titulares de más cuerpo, textos más cortos. Comparar el ejemplar de hoy con el de hace un par de años revela avances de estilo notables. Pero de ahí a que el rediseño de hoy suponga una transformación importante hay un trecho largo, largo.

Dos últimos apuntes que me dejan perplejo. Por un lado, se mantienen las fotos viradas en Economía para mantener «su identidad propia -seriedad, trascendencia-«. De lo que se deduce que el color es frívolo e intrascendente, lo que me resulta gráficamente retrógrado. Por otro, me deprime que los dos principales periódicos de España se parezcan cada vez más entre sí. Me apuesto lo que sea a que un lector no avisado sería incapaz de diferenciar ambas primeras páginas (sin las cabeceras, claro).

Me gusta lo de hacer críticas de diseño en siete palabras. La concisión, siempre tan divertida. Y para lo que ha publicado hoy El Mundo se me ocurren muchas: «Rediseño de mucho ruido y pocas nueces», «¿Pagarán un canon por fotocopiar El País?», «Cambiar sin cambiar lo hizo La Vanguardia«.