Es un caso de manual. Pongamos que un columnista escribe un texto que no es del agrado de la dirección del periódico en que trabaja. En lugar de permitir que las cosas sigan su curso para que la supuesta ofensa se diluya en el marasmo de la vida en general, la dirección del diario decide no publicar el texto del columnista. La noticia de esta censura se filtra; provoca el escándalo, el morbo. Y el texto del columnista –que en la normalidad de las cosas no hubiera pasado de ser un texto de columnista más– se difunde masivamente por otros medios y, en fin, consigue transformarse de columna en síntoma de descomposición.
Es lo que ha pasado con una columna de Enric González, en El País. El texto aludía veladamente a la «ludopatía bursatil» de los dueños del periódico, y a una supuesta bajada de sueldos para los trabajadores de la empresa.
Mr. Escolar tiene todo el texto.
comentarios (2)
Esto demuestra lo absurdo que es, hoy en día, tratar de censurar algo. Al final lo va a leer mucha más gente y El País se va a llevar una imagen mucho peor.
Ellos sabrán, pero a mí me suena a que en el periódico global en español todavía no tienen muy cogido el punto a la tecnología digital y sus posibilidades. No hay más que ver el tono de algunos artículos en los que hablan de internet al más puro estilo Antena 3 Noticias…
lo realmente jodido, lo único jodido de hecho, es que yo me he quedado tres días ¡tres! sin leer a Enric. De hecho, lo que le ha pasado, ni siquiera es técnicamente censura, para que esta exista debe haber algún poder civil de por medio y Cebrián muchas veces se ha mimetizado bien con el gobierno de turno, pero no lo suficiente. Para quitarme el mono voy a leer un rato Historias de Nueva York.
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