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Es un caso de manual. Pongamos que un columnista escribe un texto que no es del agrado de la dirección del periódico en que trabaja. En lugar de permitir que las cosas sigan su curso para que la supuesta ofensa se diluya en el marasmo de la vida en general, la dirección del diario decide no publicar el texto del columnista. La noticia de esta censura se filtra; provoca el escándalo, el morbo. Y el texto del columnista –que en la normalidad de las cosas no hubiera pasado de ser un texto de columnista más– se difunde masivamente por otros medios y, en fin, consigue transformarse de columna en síntoma de descomposición.

Es lo que ha pasado con una columna de Enric González, en El País. El texto aludía veladamente a la «ludopatía bursatil» de los dueños del periódico, y a una supuesta bajada de sueldos para los trabajadores de la empresa.

Mr. Escolar tiene todo el texto.