La revista Interviú es un clásico. Forma parte –con ¡Hola!, Teleprograma, Telva y alguna otra más–, de esa clase de publicaciones que han marcado la memoria viva de por aquí. Aristocracia del quiosco español. Sería de justicia que Interviú, por otro lado, tuviera un monumento de oro en la sede de una hipotética asociación de fabricantes de pañuelos de papel, a cuyo negocio tanto han contribuido las portadas de la revista. Aquí hay una pequeña galería clásicos.

Esta semana, la turgente publicación de Grupo Zeta ha lanzado un rediseño cuyo rasgo más llamativo es el cambio de cabecera. La banda inclinada que ha identificado la revista desde su primer número (que está ahí abajo) cede el paso a una cabecera horizontal más previsible, pero probablemente más práctica y contundente. Es el rasgo más llamativo, ya digo, pero no el que más me ha gustado. Lo de la cabecera es un riesgo, casi una temeridad, y ya veremos en qué queda.

Lo mejor del cambio: una total revolución tipográfica, y la cantidad de pequeños detalles de diseño fino que inundan las páginas de la revista, y que brillan sobre todo en las columnas de opinión, y en la sección ‘Panorama’, lo más conseguido del proyecto, para mi gusto.

En cuanto a las tipografías, la protagonista es la contundente Stag, de Christian Schwartz, que lo mismo rezuma elegancia que te sirve para informar de un suceso sangriento. En palabras de Ana de Blas, redactora jefe de diseño de la revista:

«El cambio tipográfico, junto con la nueva portada, es lo sustancial de este rediseño. Sobre esos dos pilares se sustenta todo. Llevábamos más de diez años sin revisar a fondo la maqueta; se habían hecho cambios “parciales” que habían ido alterando el juego tipográfico, así que teníamos una tipografía maltratada y envejecida. Necesitaba una elección tipográfica para los titulares que mantuviera alguna de las cualidades mejores de la etapa anterior (negra, contundente, masculina), que a la vez tuviera algo de personalidad, pero sin ser cargante; algo que me durase algo más de dos temporadas, que funcionara en caja baja y versales… Elegí la Stag, una egipcia creada para el Esquire norteamericano.

Luego tenía que renovar el cuerpo de texto para los reportajes. Aquí elegí la Linoletter, una familia con serif también muy flexible y bien ordenada. Un básico. Ya tenía medio traje hecho. Me faltaba una familia para textos de apoyo (una letra de palo que sustituyera a nuestras desgastadas Helvéticas): la Taz, muy cómoda porque es una familia amplísima y me permite dar muchas matrices sin perder legibilidad. Para los textos de opinión decidí elegir The Mix, una tipografía rara y poco ortodoxa pero que responde exactamente a la idea que buscaba, una “tercera vía” para las opiniones entre el texto con serif y los despieces de palo. Para finalizar, utilizo una sinuosa script como complemento a todo la anterior. Suaviza un poco el diseño cuando lo necesito (chicas, ocio). Ésta se llama Snell. Es como el azúcar en un café.»

En fin: vayan al quiosco, y a ver. A mí me parece que está mucho mejor.

[Por cierto: un servidor de ustedes ya preparó un rediseño para Interviú hace tres años, cuando trabajaba en Grupo Zeta. Fue aprobado y aparcado, simultáneamente. No quedó mal del todo…]

[Paginas de la nueva revista, aquí]