El nacimiento de un nuevo periódico ha sido tradicionalmente un acontecimiento con vocación de histórico. Y los grandes periódicos, hasta ahora, por lo general, han salido al quiosco con la necesidad de existir cien años. El espacio social generado por un diario tiende a ser tan amplio que no se entiende sin el ansia de proyectarse en el tiempo. Ansia con frecuencia frustrada, pero que está ahí.
Pero ya me dediqué a cantar las glorias del concepto periódico, y no voy a insistir mucho sobre el tema. [ver Periódicos]
Pasemos a Público, casi dos semanas después.
Cuando lo hojeo, no me da la impresión de que sea un periódico con vocación de publicarse dentro de un siglo. Se vende a sí mismo como un periódico instantáneo, moderno, vestido en un traje de colores, con titulares grandotes y textos dinámicos, sucintos… demasiado sucintos, muchas veces, e insustanciales.
Como no estamos acostumbrados al colorismo y a los diarios llenos de despieces, supone una tentación emparentarlo con los gratuitos, no del todo injustamente: al fin y al cabo intenta heredar sus lectores. Como aquellos, parece adoptar la velocidad no como un valor apegado a la actualidad, sino a lo efímero. Se lee con rapidez, se olvida con facilidad. Dura lo que dura un viaje de metro, y perdura más o menos lo mismo.
Unas críticas y unos prejuicios a los que estoy intentando resistirme: acostumbrado a los periódicos de-toda-la-vida, y a pesar de que he trabajado también toda-la-vida en revistas muy, muy despiezadas, sigo sometido al instinto de identificar colorín y ligereza. Y no tiene por qué ser así. Sé que no tiene que ser así. Público es una apuesta sólida, y su equipo atesora, en principio, la capacidad de realizarla con calidad y esmero. Ya veremos si lo consigue; ojalá.
Me chirrían muchísimas cosas de este periódico cuando lo compro en el quiosco, pero la fórmula irá destilando su pureza con los meses, y estoy convencido de que responde a una buena idea editorial que tiene pinta de encontrar su nicho a medio plazo. Al menos antes de que se cumpla el plan de negocio de cinco años para el que sus promotores tienen financiación.
Es cierto que hay grandes medios que parecen destinados a la eternidad, pero al final va a ser que la información se mueve ya tan deprisa, y el mundo de la comunicación es tan dinámico, que pergeñar un periódico para durar eternamente resulta una extravagancia: al fin y al cabo, ninguno vamos a estar aquí para comprobar si lo consigue o no.
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A mi en cambio me parece el diario más fresco del quiosco. Y también me parece significativo la inquietud que ha despertado en esos otros periódicos más «serios», como se ve en la reciente campaña de El País y su frustado cambio radical en diseño y planteamiento, frenado por «excesivo» por Cebrián.
No creo que incluir color o utilizar despieces sea negativo y menos hoy en día, todo lo contrario, es acercarse más a las necesidades reales de los lectores reales. Que se pueda leer en el metro, más que algo negativo es toda una virtud. ¿Quien tiene hoy en día una hora para leer el periódico?
No, si yo también creo que es el diario más fresco. Y creo que el resto deberían parecerse, cada cual respetando sus esencias, un poco a él.
Lo de tener una hora para leer un periódico… Es que a mí me gustan los periódicos que te roban tres horas. Nunca me los leo enteros, claro, y nunca en tres horas, pero los periódicos enciclopédicos tienen más material donde pescar lo que me interesa (y la pesca suele ser más sustanciosa, además)…