Hace unos meses, el empresario Teodulfo Lagunero (histórico dirigente del PCE de aquellos años) anunciaba la creación de un nuevo diario de distribución nacional en España: La Voz de la Calle. Un diario de izquierdas destinado a nacer en este mes de abril, estos días. La iniciativa de Lagunero fue recibida con sorpresa, por lo inesperado, y con una suspicacia emparentada con el «de dónde sale esto ahora».

En fin: a su llamada acudieron unos cuantos periodistas muy veteranos, dispuestos a dirigir la cincuentena de profesionales que han trabajado durante las últimas semanas en el proyecto. Esfuerzo en balde; el martes se hacía pública la decisión de Lagunero de suspender el lanzamiento por razones económicas. La excusa es que no había dinero para cubrir los avales bancarios reclamados por la distribuidora.

Quedan, para los trabajadores de La Voz, la sorpresa y el drama laboral. Imagino la cantidad de horas de oficina e ilusión derrochadas en todo esto. Parir un periódico requiere muchísimo esfuerzo, una inversión económica considerable y, la verdad, bastantes meses (cuando no años) de trabajo antes-del-quiosco.

Este asunto de La Voz de la Calle huele no sé muy bien a qué, pero no ha tenido ni dinero ni tiempo. Supongo que habrá alguna explicación razonable para tanta prisa, y para el abrupto final.

La portada hecha pública hoy, y que está ahí arriba, ha acabado siendo el testamento de un proyecto inmaduro y poco fundamentado. Todos los periódicos (incluido el-que-me-da-de-comer) luchan estos días por sobrevivir en busca de unos lectores que huyen del papel y unos anunciantes escondidos hasta que escampe la crisis. Competir en esas condiciones hace imprescindible un periodismo de nivel, un diseño a la altura, nuevas ideas… Lo que viene siendo un proyecto serio. La Voz de la Calle, ojalá se pudiera decir lo contrario, no lo ha sido.