Eso de ahí arriba es una redacción. Concretamente la redacción de un diario. Más detalle: la del desaparecido Público, justo a la hora final del cierre, en marzo de 2011.
Una redacción es, en algunas cosas, un lugar idéntico a cualquier otra oficina; el estrés, la agitación y la sensación urgencia no son exclusivas de los medios de comunicación. En otros aspectos no se parece en nada: el mundo va cambiando, pero el trabajo de informar mantiene un poquito del romanticismo y la épica de sus mejores tiempos, y por eso las redacciones siguen siendo recintos indecisos a medio camino entre la ciencia y la bohemia, entre la cadena de montaje y la barra de un bar.
Soy muy partidario de las redacciones, sitios felices (y duros, cuando toca) en los que los periodistas pueden serlo en plenitud.
Va el tópico: las redes sociales y los móviles omnipresentes han convertido a cada ciudadano en periodista y a cada teclado en un periódico. Algo de eso hay, cierto. Pero si las ideas nacen dentro de cada individuo, sólo florecen abrigadas por el colectivo y la conversación. Y las redacciones –de los periódicos (digitales o impresos), de las revistas o de los servicios informativos de una radio o una tele, por ejemplo– son cerebros en colmena que pueden alimentar el intercambio mental, el debate y la polémica continua.
Todo este elogio viene a cuento de que a partir de este miércoles estrenamos nueva sección en Quintatinta. Se llamará «En la redacción», y el título algo obvio describe el contenido: un vistazo al interior de medios de comunicación de todo el mundo, un homenaje a las «newsrooms» como canteras de periodismo, ahora que el oficio vive apurado y los medios están cada vez más asediados por recortes de personal, agonías financieras y presiones político/económicas.
Pues eso. Cada miércoles.
[En la foto, en primer plano, el departamento de producción y cierre de Público. Justo detrás, diseño. Al fondo, las páginas del diario colgadas para revisión según se iban cerrando y, detrás, el despacho del director.]
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