En los 25 años de vida que cumple este jueves, El Mundo ha contado con los que posiblemente son los mejores directores de arte en prensa de las últimas décadas en España: Carmelo Caderot y Rodrigo Sánchez, que han dado salida a innumerables páginas brillantes durante estos cinco lustros. Por premios y trayectoria, es indudablemente el periódico mejor diseñado de España (que adolece, cierto es, de cierta irregularidad en sus páginas, si me permiten meter un poco de presión)

Desde que Sánchez asumió la dirección de arte en febrero de este año, el aspecto del diario se ha renovado a pequeños saltos sin romper con la identidad gráfica anterior (tipográficamente invariable desde el cambio de 2009). El equipo de diseño ha ido incorporando en los últimos meses nuevos elementos, ha renovado las cabeceras y, sobre todo, ha adoptado un tono general mucho más dado al espectáculo y la sorpresa, con un desacomplejado uso de los blancos muy de agradecer. Es lo mejor de la renovación de los últimos meses: rompe con los corsés tradicionales de la prensa diaria (módulos, columnas) y ha presentado cada día apuestas de diseño radicales, sobre todo en la segunda mitad del periódico.

Así, el nuevo diseño del diario, que se presentó ayer en los quioscos, no resulta totalmente nuevo y, a pesar de algunos cambios drásticos, resulta más bien el remate de ese largo proceso. Eso no es un demérito, claro. Pero explica por qué los lectores, salvo los muy avisados, no se encontrarán un periódico muy diferente al de la semana anterior. La redacción buscaba una «evolución natural». Objetivo conseguido.

Después de hojear el diario a través de Orbyt (aquí no me llega en papel), les diré que El Mundo de hoy me parece mucho mejor que el de hace unos meses. Con un par de salvedades.

Me gusta la cabecera desplazada a la izquierda, una apuesta realmente nueva que diferenciará un poco las portadas de El País y El Mundo, prácticamente indistinguibles en los últimos años. También me parece un acierto volver a situar la frase del día bajo el logo: desde que se situó encima dejé de prestarle atención. Encuentro páginas, como siempre, llenas de sabiduría gráfica: el corte radical de las fotos de Josu Zabarte y Eduardo Punset, el juego de color del titular de Miley Cyrus o la doble página de Salman Rushdie, de una elegancia superior a la media.

Por otro lado, me agrada que el periódico se haga más sosegado, más de tiro largo, y elimine las negritas de sus titulares: Valencia sigue siendo la tipografía principal, pero con menos peso. Hay una mayor gama de despieces y frisos (algunos necesitan un pulido: las bolas con cifras no terminan de ajustarse), lo que siempre es positivo, y las cabeceras del suplemento de Deportes, la sección de Madrid y, sobre todo, EM2, tienen un tratamiento a lo grande gracias a su tamaño, en el primer caso, o a un uso inteligente del espacio en blanco. Por cierto que EM2, la segunda parte arrevistada del diario, se potencia con todo el contenido de sociedad, cultura, ciencia…

En el capítulo de salvedades, no he podido evitar decepcionarme con algunos cambios (soy así de quisquilloso). Ya me he acostumbrado a las fotos viradas a duotono en la sección de economía, una extravagancia que ya forma parte de la personalidad del diario, pero no me termina de convencer el tono azul corporativo que se ha expandido hasta sustituir al verde tradicional del logotipo creado por Cruz Novillo. Tampoco entiendo la última página, que se convierte en una especie de bocadillo de cinco pisos en el que el color de la publicidad se merienda la tira de Gallego y Rey, y observo algunas inconsistencias en los titulares, que al bajar de peso acaban engullidos por la página cuando aparecen en cuerpos pequeños. Asumo que este es un detalle menor que se solucionará conforme se vaya rodando el diseño.

Por encima de todo, creo que no funciona la aparición de la tipografía Knockout como segundo peso de palo seco para subtítulos, apoyos y deportes. Es una de las familias fetiche del director de Arte, que ya la usó intensivamente en el suplemento La Luna hace años, y resulta deslumbrante en cuerpos grandes y potentes. Pero resulta algo débil en cuerpo de texto (de hecho, no tiene cursivas) y cuando aparece en los subtítulos su constitución algo estrecha choca con la mucho más redondeada Valencia. Quizá sea una cuestión de interlineado excesivo, no lo sé. En fin.

El caso es que, por ir cerrando, la evolución gráfica de El Mundo está llegando a un afortunado punto intermedio entre la disciplina del diario y la sorpresa de la revista, y el rediseño presentado el lunes es a la vez el remate final de un proceso iniciado hace meses y el inicio de un diseño asentado y sólido al que le esperan muchos días de gloria.

Así lo cuenta el periódico. Así lo analiza Hermino Javier Fernández en el Facebook de Cuatrotipos.

Y unas páginas: