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Lo que más me ha llamado la atención del nuevo diseño de El País es justamente lo que tiene de vuelta al pasado pre-rediseño-de-2007: las entradillas en negrita, la desaparición del friso en primera, el desorden orden de las secciones (¿Economía vuelve a estar detrás de Deportes?), la sección de opinión a tres páginas (con trampa: hay una nueva página inicial para abrir boca, un poco a la manera de El Mundo)…

Las entradillas venían a ser, junto con la Times New Roman, una de las principales características gráficas del diario desde su nacimiento en 1976. No sé hasta qué punto tiene sentido recuperarlas en un medio que dice ser «digital first» (y que, por eso mismo, desdeña un poco el papel). Me aventuro: diferencian bien las noticias del resto de los géneros periodísticos (obvio), dotan al diario de una identidad única y, en fin, sacian una evidente nostalgia de tiempos pretéritos.

En realidad, el nuevo El País es un viejo El País con retoques. No se buscaba la revolución, evidentemente. Sí se dan cambios de calado: la mencionada segunda página de opinión, la reorganización del ritmo de las secciones, el nuevo diseño de los suplementos o la desaparición de Domingo en beneficio de Ideas (que es un nombre más razonable para una sección en la web).

Detalles diseñiles: hay más colores en las secciones, nuevas columnas de opinión, cabeceras un poco más grandes… Majerit y Benton Sans pasan a ser las dos únicas tipografías generales, con algún detalle en Clarendon. Les diré que no soy demasiado partidario de Benton, y menos en los titulares de Deportes: le falta «gravitas», esa cualidad pedante que espero en un diario de referencia. Y no deja de sorprenderme la poca presencia de Clarendon, que podría jugar en El País el papel que ejerce Stymie en The New York Times (una tipografía con tremenda personalidad vinculada a la imagen de marca).

En cualquier caso, aceptando como buenos todo lo que ha cambiado en el diario (que ya es mucho aceptar), lamento constatar que el diseño de El País resulta antiguo, desprovisto de matices gráficos y, en definitiva, plano. Si cae en sus manos un ejemplar de The New York Times The Guardian (que son dos referencias obvias), o quizá de The Times o Politiken, comprobarán ustedes el cuidado extremo y la elegancia con que esos diarios diseñan cada detalle mínimo en sus páginas. Es ese nivel de perfección al que debería aspirar El País… pero no se acerca: blancos sin jerarquía, titulares microscópicos o desproporcionados, puestas en página carentes de toda sofisticación. Y no tengo claro hasta qué punto es un problema de prioridades (desde hace años, El País ha prestado una atención mínima a su aspecto, todo hay que decirlo), de presupuesto, de falta de tiempo o de criterio.

[Y Mr. Javier Errea tiene también una opinión sobre el rediseño: «Yo llamaría a esta puesta a punto de El País ‘rediseño paradójico’ o ‘al retrovisor’: una marcha atrás visual».]

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