Esta es la historia: tenemos una legendaria revista de información semanal [Newsweek] que en su época de gloria llegó a vender 3 millones de ejemplares y intenta adaptarse a los nuevos tiempos reinventándose a sí misma. Varias veces. En poco tiempo.
No lo consigue, y sus dueños [The Washington Post] tiran la toalla y la venden por un dólar en 2010. El comprador es un millonario nonagenario [Sidney Harman] que sueña con revivirla pero que muere al año siguiente, justo después de fusionarla con un agregador de noticias de relumbrón [The Daily Beast] y de contratar a una estrella del periodismo para dirigirla [Tina Brown, ex de The New Yorker, ex de Vanity Fair].
El caso es que hay runrún sobre el relanzamiento durante unas semanas, pero los resultados no dan para mucho y la revista consigue su mayor momento de popularidad, paradójicamente, cuando decide dejar de venderse en forma impresa. La última portada se titula con un hashtag tuiteriano que resuena como el símbolo de un reino de papel que ya pasó: «#lastprintissue«.
Al cabo de unos meses, la publicación vuelve a cambiar de manos: acaba en el negociado de mediana editora online [IBT Media] que, para aderezar la historia, tiene lazos con un pastor surcoreano de tintes mesiánicos. Los dueños de IBT, una pareja de treintañeros industriosos, deciden renovar la redacción –es decir: rejuvenecerla y abaratarla– y, sorpresa, recuperar la edición impresa en Estados Unidos.
En fin. Todo el culebrón, contado en The New York Times.
Y en esas estamos: esta semana se lanza el primero ejemplar de la resucitada Newsweek, que aspira a vender de 100.000 ejemplares y que, de momento, ha tenido dos aciertos. Primero, recuperar los trazos egipcios para el logo de la revista (un recordatorio gráfico de su época dorada). Y segundo, lanzarse al mundo con una noticia de relumbrón: el inventor de Bitcoin, desvelado. Aunque la exclusiva está envuelta en incertidumbre y polémica, el bombazo es en sí mismo una campaña de publicidad viral.
Total: lo que está pasando con Newsweek se merece un poco de atención no porque ahora sea una cabecera de mucha influencia (su largo declive ha dejado su redacción y su prestigio en estado fantasmal). Pero es un síntoma espectacular de los tiempos bamboleantes que vive el mercado editorial.
Ah: los responsables de la revista se han marcado un lema, también en forma de hashtag, reivindicativo y levemente revanchista: «#longliveprint«
comentarios (1)
Olvidamos la gramática porque los ordenadores corrigen las faltas de ortografía, olvidamos escribir porque el whatsapp nos ha enseñado una forma de expresarnos que solo los que lo usan entienden. No tocamos el papel y nos olvidamos de su textura porque hemos olvidado también los libros –te los puedes descargar-.
Tristemente pronto desaparecerán las Bibliotecas… a mi todavía me gusta escribir con un bolígrafo y un papel o libreta.
Pronto no tendremos ni que pensar, los robots lo harán por nosotros.
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