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La frase del lunes, por Manuel de Unciti

27 de enero de 2014

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Una frase del sacerdote y periodista Manuel de Unciti, compuesta en Times Ten.

Me permitirán una nota personal:

Es una ley de vida lógica (pero bastante puñetera) que conforme cumples años te veas obligado a llorar la marcha de los que han sido tus maestros de juventud. Manuel de Unciti, cura y periodista donostiarra, que modeló mi manera de entender el periodismo y la vida en general, murió según comenzaba el año con los 83 recién cumplidos.

Antecedentes: a mediados de los años 60, cuatro estudiantes de la Escuela Oficial de Periodismo se atrevieron con el Camino de Santiago en unos tiempos en los que lanzarse a esa ruta no era la cosa frecuente de hoy en día. Entre los frutos de aquel viaje, además de alguna que otra indulgencia plenaria, la idea de crear la que luego sería Residencia Azorín para aprendices de periodista. En 1994, y con la carrera empezada, entré a vivir en aquel chalé cubierto de hiedra (un toque poético impagable) que albergaba la «Resi».

Allí conviví con otra quincena de compañeros. Y con Manolo, que ejercía a la vez los papeles de director y padre (a veces abuelo), y que resultó ser un señor inabarcable, dado a la risa abierta y la bienvenida feliz, y que no dejó de asombrarme en los tres años que pasé bajo su techo.

El personaje se presta a la hipérbole: Unciti ejerció de cura avanzado y libérrimo (renunció a ser obispo, con el nombramiento cantado, por no verse obligado a moderar su discurso); fue un misionero entregado y un escritor incansable, de una erudición enciclopédica; como periodista (relumbró en la información religiosa de los años setenta y ochenta), hizo suya la frase que encabeza este texto y la aplicó en el diario Ya, en Vida Nueva, en El Correo…; y como maestro de periodistas acompañó con alegría y paciencia a los dos centenares largos de estudiantes que fuimos familia en Azorín, que en cierto modo fue la parroquia de este sacerdote sin iglesia.

¿Era un tipo sin defectos? No, desde luego. Tenía sus flaquezas, sus excesos y sus caprichos, y no todos los que pasaron por la casa se adaptaron a su magisterio. Supongo que la imperfección humaniza y acerca.

Recuerdo aquellos años como una larga conversación, una tertulia infinita. ¡Y cómo la disfruté! Manolo era un tipo adicto a la dialéctica y la polémica, lo que resultaba tremendamente didáctico: había que estar preparado y atento a la actualidad para navegar por las sobremesas nocturnas de la residencia, ansiosos como estábamos de argumentar con brillantez. Aquellos años de esgrima verbal me animaron a ver la realidad con ojos de periodista, a dudar siempre, a informarme para informar. No creo haber estado a la altura de aquellas enseñanzas, pero eso es otra historia.

Manolo también se empeñaba en cosas como que peláramos los plátanos con cuchillo y tenedor; el periodismo consistía (además) en tener modales y en estar preparado para comer con elegancia si la ocasión lo requiere.

En fin: necesitaba dar salida a este homenaje. Más por mí que por él, que los ha tenido ya en número y nivel. Don Manuel me consiguió mi primer trabajo como diseñador, lo que acabó siendo como regalarme un futuro. Creo que siempre se arrepintió un poquito, porque consideraba que el diseño «es escaparatismo». Pero, oye, no siempre estábamos de acuerdo en todo.

Sólo una frase más. Ya en hospital, y con malas perspectivas, se confió a uno de los antiguos residentes: «Por morir no tengo ninguna prisa; curiosidad, mucha».

Esa frase le define.

 

comentarios (1)

  1. 27 enero 2014 a las 17:46 | PERMALINK

    Gracias, Diego. Suelo caminar sin mirar los escaparates, pero en el tuyo siempre me paro. Y hoy ha sido todo un regalo. Un saludo.

Lerma, sus monjas y los mejores pasteles del mundo

21 de julio de 2009

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clarisas

Como es verano, y la gente viaja, me ha parecido oportuno hacer una recomendación turística. En Lerma (provincia de Burgos, alrededor del kilómetro 200 de la A1), cerca de la plaza del palacio ducal, hay un bonito convento de monjas clarisas. Ésa de arriba es su puerta. Si pasan por allá, no dejen de comprar una cajita de pasteles de Pasta Brisa. Una insuperable delicia de crema, nata, bizcocho…

En mi ránking personal, y en dura competencia con los eternos Pasteles de Belém (en Lisboa), pueden ser de los mejores del mundo. Que lo sepan.

 

comentarios (4)

  1. Javi
    21 julio 2009 a las 15:31 | PERMALINK

    ¡Pero cuantísima razón tienes!
    Vivo en Madrid y he llegado a ir exclusivamente a Lerma (unos 200km ida y otros tantos de vuelta) a comprar las exquisitas tartaletas de las clarisas. En un par de ocasiones. La única pega es que cuando hay fiestas o ferias en Lerma, deciden congelarlas por la imposibilidad de mantener un stock constante y eso las echa un poco a perder.
    Les doy un 10 ya que no tengo el gusto de haber probado los Pasteles de Belém.

  2. Jazz
    23 julio 2009 a las 19:39 | PERMALINK

    Has probado los Piononos de Granada??

  3. Lupe
    27 julio 2009 a las 10:47 | PERMALINK

    Lo mejor de Lerma son las monjas que hacen los pasteles – aprovechar un viaje para conocerlas, vale la pena.

  4. Nai
    6 enero 2011 a las 21:57 | PERMALINK

    Soy muy viejera y me gusta probar de todo allá donde voy, como no podia ser de otra manera, he probado muchos pasteles, de todo tipo y nacionalidades varias, incluso los Pasteles de Belém…pero estos de las clarisas estos son los mejores que he probado en mi vida!
    A ver si organizo pronto una escapadita Lerma!
    Saludos!

Sostenibilidad, al diccionario

8 de mayo de 2009

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sostenibilidad

La palabra Sostenibilidad, en cuyos recovecos se concentran las esperanzas de que siga habiendo un planeta medianamente habitable detrás de nosotros, no aparece en el diccionario de la Real Academia.

Los chicos de la agencia Quiero salvar el mundo haciendo marketing han lanzado una campaña para remediar semejante desatino.

Puedes añadir tu definición (para ahorrar trabajo a los académicos) en la página Sostenibilidad al diccionario. Yo ya he apuntado la mía: «Sostenibilidad: Invertir pensando en el largo, largo plazo».

 

comentarios (1)

  1. 8 mayo 2009 a las 23:25 | PERMALINK

    Se puede decir perfectamente que algo «no se puede sostener durante mucho tiempo» sin tener que darle patadas al diccionario. Son palabras absurdas, comodín, que la gente utiliza sin pensar, como «sinergias», «proactivo» etc.

Dorothy Zbornak

28 de abril de 2009

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zbornak

Bea Arthur / Dorothy Zbornak se murió hace unos días. Llego un poco tarde al homenaje, pero Las Chicas de Oro fue una serie que hizo época, allá cuando moceaba, y no quería dejar pasarlo. Ya sólo quedan dos (chicas).

[El recorte es de Público, La Vitrina de Bob  Pop]

 

comentarios (1)

  1. 29 abril 2009 a las 7:03 | PERMALINK

    ya sólo quedan Rose Nyland y Blanche Deveraux, no somos ná…

Plataforma

12 de enero de 2007

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He visto hoy, por fin, Plataforma.
No he leído a Houellebecq, así que no sé si la adaptación es fiel o no. Buena o mala. Mejor o peor que el original. A mí es que estos libros con polémica me dan una pereza terrible.

Pero me da igual: el montaje de C.B. se explica por sí solo. Marcos Ordoñez escribía en Babelia que Echanove llevaba la obra «como quien acarrea un fardo viscoso». Y «viscoso» es un adjetivo que le cuadra a la perfección.

Calixto Bieito es de esos directores que consiguen dejar el escenario hecho un desastre para cuando acaba la función. Todo lleno de globos de colores, papeles, serpentinas, cacharros. Y también de sudor, saliva y alcohol. Toda clase de fluidos, reales o figurados. Muy adecuado: Plataforma, que habla de sexo, violencia, sexo, amor, sexo, insatisfacción, sexo, etc., es una obra viscosa, intensa, rota, perversa. Con actores viscosos (Echanove, qué sudores), intensos, rotos, perversos.

Me ha gustado.