Digamos que los cierres atareados de las últimas dos semanas y un salto-del-charco a España por aquello de descansar han tenido y tienen este blog en estado de stand-by. 

Volvemos pronto con cosas interesantes. ¡Gracias!

En fin: nos espera a todos un 2015 medio nublado, lleno de aventuras inciertas. Pero, oye, lo mismo sobrevivimos.

¡Qué ustedes lo disfruten en lo posible!

[¡Cuidado! Esta apasionante exclusiva es en realidad una inocentada, bonita tradición del 28 de diciembre.]

En 2015 empezará a distribuirse una biblioteca de emojis inexpresivos que buscan reproducir, a través de los dispositivos móviles, la sensación de comunicarse con una persona que ha abusado de las inyecciones de Toxina Botulínica, más conocida por la marca comercial Bótox.

Los emoticonos que integran el nuevo catálogo incluyen pequeñas variaciones de diseño que denotan, por ejemplo, alegría, carcajada, llanto o enfado. Dichas diferencias resultan «prácticamente indistinguibles salvo para el ojo experto», ha manifestado un portavoz del Consorcio Unicode, responsable de los estándares de codificación de caracteres en dispositivos informáticos.

«Asumámoslo», ha afirmado el mismo portavoz, «nuestras emociones son cada vez más pa’dentro, y nuestros cambios expresivos más delicados y sutiles. Los emojis tienen que adaptarse a esa evolución… También es cierto que nuestro aspecto es cada vez más lozano». Esta última frase la ha añadido con una cara de póker imposible de interpretar por los informadores presentes en la sala.

El diseño de los nuevos emojis se ha inspirado en conocidos personajes como Renee Zellweger o Mickey Rourke. También en los rostros de las recientemente desaparecidas Duquesa de Alba y Joan Rivers. Asimismo, la nueva biblioteca incluye un icono de Tita Thyssen mirando fijamente que ocupara un sitio en el teclado justo al lado de la bailora flamenca.

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[Más información, aquí]

Mi talento natural para recordar cumpleaños facilitó que olvidara conmemorar el octavo aniversario de este su blog de todos ustedes: a su servicio desde el 2 de diciembre de 2006.

Ocho años después, gestionando 1.442 entradas, 5.341 comentarios, 4.000 amigos feisbukeros y 3.600 amigos tuiteros. Gracias.

Una de las cosas que echaba de menos de El Portadista era poder pasar de portada en portada como quien hojea un catálogo, o una galería de fotos. La posibilidad de hacerlo es la principal mejora incorporada al blog por la pequeña cirugía de mantenimiento a la que ha sido sometido en los últimos días. Y que les notifico para su general conocimiento.

El Portadista nació hace ya casi tres años como el hermano (o sobrino) de Quintatinta dedicado a admirar revistas y periódicos por su cara bonita. En todo este tiempo ha acumulado más de 1.600 «primeras». Con la actualización, hemos instalado un contador de portadas (ya saben: siempre es motivador ver cómo el número total va aumentando cada semana) y una ficha en la que se detalla la cabecera, el año, el país y el autor (diseñador, director creativo, etc…) de cada obra.

También hemos «corregido errores menores y mejorado el rendimiento», por decirlo a la manera de la rutinaria actualización de una app móvil: nueva tipografía, un bloque más moderno para las redes sociales… Lo que viene siendo una puesta al día y un pulido.

Y aunque he este post he usado la primera personal plural, en realidad yo he sido en todo esto el escudero de Fran Torres, de Giga4; mi habilidad con el píxel y el CSS tiende a cero.

Total: me gusta considerar El Portadista como un catálogo de inspiradoras maravillas gráficas, a disposición de todos ustedes. Espero que les agrade el cambio (y les sea útil).

Eso de ahí arriba es una redacción. Concretamente la redacción de un diario. Más detalle: la del desaparecido Público, justo a la hora final del cierre, en marzo de 2011.

Una redacción es, en algunas cosas, un lugar idéntico a cualquier otra oficina; el estrés, la agitación y la sensación urgencia no son exclusivas de los medios de comunicación. En otros aspectos no se parece en nada: el mundo va cambiando, pero el trabajo de informar mantiene un poquito del romanticismo y la épica de sus mejores tiempos, y por eso las redacciones siguen siendo recintos indecisos a medio camino entre la ciencia y la bohemia, entre la cadena de montaje y la barra de un bar.

Soy muy partidario de las redacciones, sitios felices (y duros, cuando toca) en los que los periodistas pueden serlo en plenitud.

Va el tópico: las redes sociales y los móviles omnipresentes han convertido a cada ciudadano en periodista y a cada teclado en un periódico. Algo de eso hay, cierto. Pero si las ideas nacen dentro de cada individuo, sólo florecen abrigadas por el colectivo y la conversación. Y las redacciones –de los periódicos (digitales o impresos), de las revistas o de los servicios informativos de una radio o una tele, por ejemplo– son cerebros en colmena que pueden alimentar el intercambio mental, el debate y la polémica continua.

Todo este elogio viene a cuento de que a partir de este miércoles estrenamos nueva sección en Quintatinta. Se llamará «En la redacción», y el título algo obvio describe el contenido: un vistazo al interior de medios de comunicación de todo el mundo, un homenaje a las «newsrooms» como canteras de periodismo, ahora que el oficio vive apurado y los medios están cada vez más asediados por recortes de personal, agonías financieras y presiones político/económicas.

Pues eso. Cada miércoles.

[En la foto, en primer plano, el departamento de producción y cierre de Público. Justo detrás, diseño. Al fondo, las páginas del diario colgadas para revisión según se iban cerrando y, detrás, el despacho del director.]

Este blog ha cumplido siete años. A su servicio desde el 2 de diciembre de 2006. Según me dicen, 2006 es algo así como el cretácico de la internete; no me explico que Quintatinta haya durado tantas edades geológicas, pero supongo que es gracias a que ustedes, amigos lectores, me animan mucho a continuar. ¡Gracias!

Como regalo de cumpleaños, un ejemplar (casi) entero de la revista The Face, cosecha de 1983. Toda la gloria del diseño ochentero está en estas páginas que tienen, ejem, tres décadas justas.

Me gustaría decir que hay una historia curiosa en la forma en que este ejemplar llegó a mis manos pero, lamentablemente, lo adquirí de la forma más tonta: comprada al doble de su precio en un puesto de Portobello Road, en Londres. No me di cuenta de que le faltaban páginas, ni de que otras estaban rotas, hasta días después. Para que vean mi talento como ojeador de antigüedades.

Pero la he disfrutado un montón. ¡Que les guste! [Enlace]

Con cierto retraso, y a riesgo de llegar a la fiesta cuando ya se ha acabado el hielo, he empezado a colgar fotos de forma regular en Instagram. Qué quieren, me ha dado por ahí. Esa foto de arriba, con las 902 páginas al peso de la edición de septiembre del Vogue estadounidense, es de ayer.

Como ven, hay una nueva ventana abierta a tal efecto en la barra lateral de éste su blog de todos ustedes. Justo ahí, a la derecha.

La idea es centrarme sobre todo en el papel –letras bonitas, revistas que voy comprando, cosas antiguas que me encuentro– pero, en fin, una vez que te pones a instagramear todo es insagrameable. En resumen: también colgaré fotos de gatitos.