[Una excusatio previa: como saben, la-revista-que-me-da-de-comer es el suplemento de estilo del diario El País y hermana sabatina de El País Semanal.]
El País Semanal es, por trayectoria y difusión, una de las principales revistas de España. Si me pongo a comparar, sólo ¡Hola! aguanta el tipo en lo que viene siendo importancia y solera en el quiosco. Ese poderío resulta complicado de sobrellevar, en ocasiones. Todo el mundo tiene una imagen idílica de El País Semanal en la cabeza y con mucha frecuencia se escucha eso de que «estaba mejor antes». ¿Cuándo? No sé, antes.
Con esa premisa, cambiar la revista es una maniobra de éxito incierto.
En cualquier caso, el anterior diseño había caducado. La maqueta preparada por el equipo de Oscar Mariné era tipográficamente elegante pero rígida, fría, tirando a monótona. La publicación necesitaba un fregado y un refuerzo urgente. De la última página a la cabecera.
Precisamente la nueva cabecera es uno de los aciertos de la fórmula gráfica que se inauguró el pasado domingo, que ha venido acompañada de un aumento de páginas y contenidos importante, de un nuevo papel mejorado (muy mejorado) y que ha salido de las manos de Óscar Germade y su estudio Solo.
El País tiene en la tipografía Clarendon una de sus señas de identidad, y me alegra que sus remates contundentes retocen alegres tanto en la cabecera del suplemento como en la del diario, y también en algunos elementos de navegación interna. El «colorín» se integra así con el periódico, y la imagen de marca resulta más coherente.
[Más sobre la tipografía del rediseño: un poco más abajo, en la entrevista con Óscar Germade]
Si lo he entendido bien, la fórmula del nuevo suplemento mantiene algunas señas de identidad perennes (los columnistas de entrada y de salida, la gran entrevista, las secciones de estilo) pero se refuerza el contenido periodístico «de largo recorrido». Menos bohemia y más chicha. Y el diseño, fileteado y contundente, refuerza esa percepción más informativa.
Superada la portada –que apuesta (y parece que apostará) más por los conceptos que por los personajes–, las páginas del nuevo suplemento tienen dos tendencias interesantes. Por un lado, se acentúa ese componente «periódico» con un diseño denso y austero. La primera parte de la revista, que se arrima a modelos ensayados con mucho éxito por cabeceras de referencia como The New York Times, es una avalancha de información. Les diré que «El pulso», una sucesión de mini reportajes, crónicas, perfiles o columnas de opinión, me parece una idea feliz a la manera de «The Talk of the Town», la venerable sección de The New Yorker.
Por otro lado, los reportajes del cuerpo principal de la revista aparecen ahora con una flexibilidad de diseño y una contundencia tipográfica que se agradecen. La revista está gráficamente más viva, y viste a sus temas con espectáculo. Y la parte de Estilo, más dada al color, no desentona con el resto.
Hay cosas que no termino de ver porque soy así de puntilloso. Son frecuentes los textos largos a cuerpos de letra incomprensiblemente pequeños: los diseñadores somos unos cachondos, y nos encantan los textos chiquitines porque le dan un color a la página mucho más molón. Luego que los lectores los lean nos queda un poco lejos. Por otro lado, los elementos de navegación son tan discretos que uno no termina de entender cuándo salta de un tema a otro. «El Pulso» (soy fan) es una idea de sección inédita en nuestro panorama revistil y me da la sensación de que muchos lectores la confundirán con otras cartas al director, pero en versión XXL. Quizá una explicación en la cabecera no hubiera estado mal.
Pero eso son minucias. Lo cierto es que el nuevo suplemento de El País está mucho mejor de lo que estaba. Es más informativo, más moderno y más vivo. En resumen: que está mejor. Que está bien.
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El señor Germade, don Óscar, ha tenido a bien responder a unas preguntas para Quintatinta. [La foto la he, ejem, robado de su Facebook y es de Beatriz Montañana.]
¿Cuál era el punto de partida gráfico? ¿Con qué briefing os plantearon el proyecto?
El proyecto comenzó con la intención de recuperar, de alguna manera, valores periodísticos que, en esta época especialmente, diferencian y dan valor a El País Semanal. La manera de enfocar este briefing fue poner de relieve esas firmas, esos contenidos, a través de la maqueta, y reflejarlo en el elemento más básico, primario y directo de la revista: su cabecera.
¿Con qué referencias habéis trabajado? ¿Cuáles son las revistas que más han influido en el rediseño?
Trabajamos con varias referencias. Sin embargo, el peso del rediseño viene marcado por el contenido. Es bien cierto que una revista como El País Semanal debe mirar a la misma altura que las grandes cabeceras mundiales. Es inevitable referirse a Time, el antiguo The Sunday Times Magazine, The New York Times Magazine, New Yorker, The Guardian, etc. La manera en que articulan los contenidos y dotan de ritmo a las páginas es extraordinaria. De todas maneras, cada publicación tiene un ritmo y una estructura, y se procuró dar a entender las tres partes de la revista de manera muy clara. La primera con mucho ritmo muy editorial, de firmas, relatos cortos, etc. La segunda de grandes y espectaculares reportajes, periodismo en estado puro, y una tercera troceada, más ágil y colorista, para conseguir una bajada más natural hacia el final.
¿Qué tipogafías habéis usado?
Utilizar Clarendon para la cabecera nos dio la idea de que extenderla en pequeñas cápsulas a la navegación, podría ayudar a dar mayor identidad, y hacer más reconocible todavía la identidad de El País Semanal. Para el interior se optó por dos tipografías de nuevo cuño, pero inspiración tradicional. Para los textos se utiliza Tiempos, una tipografía que revive el carácter económico de Times, pero le añade cierto aire afrancesado de Plantin. Esta fuente nos permite no perder cantidad de texto, ni tamaño de letra en textos principales, pero si ahorrar entre un 4 y un 6% de espacio en cada página, creando más blancos y más tensión. Tiempos se completa con una versión de titulación que permite impactar en titulares de tamaños medios.
El contrapeso viene con Founders Grotesk, una tipografía que respira a grotesca de principio de siglo. Incorpora una espectacular versión condensada y una variedad de pesos que nos garantizan riqueza en la titulación y apoyos. El reto estaba en utilizar estas tipografías de manera lo más contemporánea posible. Se trataba de evitar la nostalgia y componer el proyecto con una mirada actual.
Por lo que sé del trabajo de Solo, no estáis especializados en el diseño editorial. ¿Notas alguna diferencia en cómo enfrentáis los proyectos editoriales de otro tipo de proyecto (logos, packaging…)?
Lo cierto es que tenemos una trayectoria muy amplia en diseño editorial por nuestros trabajos anteriores, si bien es cierto no habíamos tenido oportunidad, en nuestros casi tres años como estudio, de enfrentarnos a muchos proyectos editoriales. La experiencia de bastantes años en otros estudios sí que nos daba la seguridad de poder afrontar con garantías el proyecto. No obstante, el diseño editorial es fascinante. Entre otras razones, porque aúna gran parte de las disciplinas del diseño gráfico. Trasciende lo puramente editorial, y necesita de identidad —una cabecera es un logotipo—, que tenga continuidad —con la navegación, con una línea de portadas, etc—. Intentamos que todos los proyectos editoriales en los que participamos, además de resolver el briefing planteado, aporten mucho más valor en estos campos, el de la identidad, el del objeto (cuando tenemos posibilidad de aportar materiales o técnicas de impresión), etc.
[Las páginas del nuevo suplemento, en el Behance de Solo.]
Aquí van algunos detalles del diseño que me han llamado la atención.
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